El diálogo interno es hablarse a uno mismo, como si escucháras tu voz en tu cabeza diciéndote cosas, como si en vez de hablar en alto te lo dices para ti.
Por ejemplo, imagínate a alguien que ve a su pareja y de la emoción escucha en su cabeza “qué guapa!”, o cuando alguien ve a un niño acercarse a un jarrón y escucha en su cabeza “ay que lo tira”, o cuando alguien va a la cola del supermercado y al ver tanta gente se dice: “Mierda…”.
Como curiosidad, hace tiempo los psiquiatras pensaban que escuchar voces así en tu cabeza era un signo de psicosis. Quizá los psiquiatras dejaron de pensar así al darse cuenta de que cuando un cliente les decía que escuchaba voces en su cabeza los mismos psiquiatras se decían internamente “este tío está escuchando voces, debe estar fatal” y se dieron cuenta de que ellos también se hablaban pero no estaban locos.
Salvo que una persona tenga daños en el área del lenguaje del cerebro , todos tenemos voces internas en mayor o menor medida, y de hecho hay diálogos internos que son muy valiosos y útiles, pero también hay diálogos que son molestos y negativos y mejor cambiarlos.
En el caso de los músicos clásicos con miedo escénico, este diálogo interno suele ser un incordio, un run run que no para y al que hay que ponerle remedio rápidamente.
El hablarse a uno mismo tiene un poder evocador muy importante, pero puede tener un efecto negativo si eso lo utilizamos para:
•recordarnos fracasos, tristezas o mierdas pasadas,
•Criticarte o hablarte con poco respeto,
•describir futuros desagradables.
Ejemplos de frases que se dicen los músicos que tienen miedo escénico: “la vas a cagar”, “Se van a dar cuenta de mis fallos”, “Se va a notar que tengo nervios”, “te va a temblar el arco”
“quiero salir de aquí”, y el tan habitual “no valgo para esto”.
En general, este tipo de diálogo interno negativo la sensación que produce es tan intensa que a veces no te das cuenta cuenta de que es una reacción a cómo te hablas.
Para identificarlo, piensa en algún momento de tu vida como músico en el que te sentiste nervioso o simplemente mal, y al recordarlo y al revivirlo darte cuenta de qué es lo que te decías en tu cabeza, cuál es tu diálogo interno.
El diálogo interno negativo tiene dos consecuencias particularmente importantes para un músico clásico: Una es que produce sensaciones negativas, y la otra es que se lleva tu atención y tu foco.
Cuando tienes sensaciones negativas, tu estado interno no es el adecuado y eso impide que saques lo mejor de ti, porque nunca vas a ser mejor que tu estado interno. Si el diálogo interno te causa nervios o intranquilidad, no vas a poder llegar a tu nivel real. Esta es la clave del alto rendimiento, y así lo aplican los deportistas. Para llegar a tu nivel real has de sentirte bien.
Cuando el diálogo interno se lleva tu atención, pierdes el foco en lo que estás haciendo, tu concentración cambia, y por supuesto tu expresividad se ve afectada. Para interpretar música clásica a tu máximo nivel has de tener tu foco y concentración 100% en la música.
Y mientras se acerca tu solo no es un buen momento para ponerse a hablar contigo mismo acerca de si la vas a cagar o no.
En muchas ocasiones este diálogo interno negativo es repetitivo y puede destrozar la confianza en uno mismo, y en una actividad como la música el dialogo negativo es uno de los causantes más importantes de los nervios y del miedo escénico.
La inmensa mayoría de las veces, el diálogo interno no es ni “logico” ni “coherente” ni tiene sentido. Que una persona después de tantos años se diga “No valgo para esto” es en cierto modo un sinsentido. Que un músico se diga “quiero salir de aquí” cuando está en el escenario no tiene demasiado sentido desde un punto de vista objetivo, pero la realidad es que te afecta.
Cuando nacemos no nos hablamos mal, así que es algo que aprendemos al crecer, probablemente desde el momento en el que aprendiste a hablar simplemente imitando a las personas mayores e influyentes de tu entorno.
Si tuviste suerte, y tus padres fueron amables, cariñosos y comprensivos, quizá aprendiste por imitación a hablarte con voces internas que suenan en tono amable y comprensivo. Si tuviste menos suerte, has aprendido a hablarte en un tono crítico, frío o incluso despectivo y autoritario.
Y quien dice los padres dice los maestros o profesores. Si una persona ha tenido durante toda su vida profesoras que le enseñaron diciéndole sólo sus fallos en tono de decepción o amenaza…
¿Cómo crees que se va a hablar ese músico a sí mismo al pensar en sus fallos?
Pero las buenas noticias es que si pudiste aprender a hablarte así, puedes desaprenderla y librarte de ese diálogo interno.
A ver si te suena. Te dices cosas como que “Tu no vales para esto”, o que “esto no es para ti”, te sientes mal, te conviertes en tu propio enemigo, y quieres librarte de esa voz, pero no sabes cómo.
Si lo que intentas es ignorar estos sonidos, probablemente lo que consigas es tenerlos más presente. Es como si tienes un perro ladrando cerca, intentas no escucharlo pero te llama la atención aún más fuerte y te desquicia más. Es muy parecido a lo de tratar de no pensar en un elefante rosa. Inténtalo, trata de no pensar en un elefante rosa.
En el mejor de los casos, al intentar evitar esas voces internas quizá en algún momento puedas prestar atención a otra cosa, pero esa voz seguirá apareciendo porque lo único que estás haciendo es gestionarla o vivir con ella, lo cual es como si vas al dentista pero solo te ayuda a gestionar el dolor en vez de quitarte la carie.
Por eso es importante cambiar el efecto que causa o incluso eliminarlo con maneras efectivas.
En general muchas las terapias se centran principalmente en las palabras que nos decimos a nosotros mismos, y no en el tono en el que nos hablamos. Y al centrarse en las palabras e intentar buscar un significado, un origen y una explicación, lo único que veo que se consigue es dar y dar más vueltas en un bucle del que a veces es difícil salir.
Muchas escuelas de terapia, te dicen que discutas con la voz interna para superarla o someterla. ¿Has discutido alguna vez con alguien en algo en lo que no estabais de acuerdo? ¿Cómo acaba eso? Discutiendo de esa manera lo único que consigues es que todos defiendan aun más fuerte su postura, y acaben hablando más alto. Lo mismo pasa al argumentar con tus voces internas. Discutir lo único que consigue es que la voz sea aún más fuerte, y como en las discusiones reales, el conflicto sigue y aparecerá.
En algunos sitios se menciona el yoga y la meditación como remedio al «ruido» mental. Silenciar al “loro en tu cabeza” ha sido una parte importante del budismo y muchas otras prácticas espirituales desde hace miles de años como un camino para alcanzar la iluminación.
Sin embargo, se ha dicho muy poco acerca de CÓMO exactamente lograr esto, y la dificultad es que la mayoría de los métodos de meditación necesitan años de práctica para resultados mínimos con el diálogo interno. Y por resultados me refiero a eliminación, no a la aceptación del ruido.
En muchas meditaciones, la atención se centra en algún aspecto de nuestra experiencia presente: como por ejemplo la respiración, o la llama de una vela, para desviar la atención de lo que sea que nos esté molestando en nuestra mente.
Parece buena idea, Y es cierto que tiende a retirar nuestra atención de la voz interna al menos momentáneamente, pero no parece que durante un concierto o una audición sea un buen momento para hacer respiraciones o ponerse a mirar una vela.
¿No sería mejor una solución como por ejemplo que desaparezca el diálogo?
(sigue en la parte 2 de este artículo)